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Artículo: Lo que siente tu cerebro cuando hueles

Lo que siente tu cerebro cuando hueles

Lo que siente tu cerebro cuando hueles

La ciencia de una emoción invisible

A veces basta con cerrar los ojos y oler para viajar. Una manzana caliente con canela te lleva directo a la cocina de tu infancia. Un toque de jazmín en el cuello de alguien, y el corazón late distinto. Pero, ¿qué pasa exactamente en el cerebro cuando eso ocurre? ¿Cómo se explica esa emoción que no se piensa, sino que se siente?

La respuesta está en una región antigua del cerebro, pequeña pero poderosa: el sistema límbico. Ahí, en ese centro silencioso de emociones y recuerdos, el olfato tiene acceso directo. A diferencia de la vista o el tacto, que deben pasar por filtros racionales, el olor entra sin pedir permiso. Y eso lo cambia todo.

Oler es activar la memoria emocional

Cuando percibes un aroma, no solo "lo reconoces". Lo vives. El bulbo olfatorio, encargado de procesar los olores, está conectado de forma directa con la amígdala (donde sentimos miedo, deseo, placer) y el hipocampo (donde almacenamos recuerdos). Por eso una fragancia puede hacerte llorar sin saber por qué. O calmarte en medio del caos.

Un estudio con tecnología fMRI (resonancia magnética funcional) mostró que cuando alguien huele algo placentero, se encienden zonas del cerebro ligadas al bienestar: corteza orbitofrontal, estriado ventral, hipotálamo. No es fantasía. Es neuroquímica.

No todos los aromas despiertan lo mismo

El cerebro reacciona distinto según la nota olfativa. Los cítricos suelen activar regiones asociadas a la energía y la atención. Los almizcles, el deseo y el confort. Las maderas, la seguridad. Las flores blancas, la calma. Cada olor es una llave, y cada cerebro tiene su cerradura.

Por eso, aunque todos olemos igual, no todos sentimos igual. Lo que para ti es hogar, para otro puede ser nostalgia o deseo. Esa es la belleza del olfato: su subjetividad.

El futuro: crear emociones con ciencia

Hoy, científicos y perfumistas trabajan juntos para crear fragancias funcionales. Es decir, que no solo huelan bien, sino que provoquen algo: concentración, calma, ánimo, conexión. Y lo hacen midiendo qué ocurre en el cerebro cuando se prueba cada combinación.

Esto abre una nueva era en la perfumería: una que no se basa solo en la intuición, sino en evidencia emocional. Una que reconoce que oler no es un lujo, sino una necesidad humana de conectar.

Sentir sin pensar: el poder secreto del olfato

El olfato es el sentido más olvidado, pero también el más profundo. Es invisible, pero deja huella. No necesita palabras para decirte que algo está bien, o que debes salir corriendo. Solo necesita un instante.

Y en ese instante, el cerebro no solo percibe. Siente. Recuerda. Se transforma.

Porque oler, en el fondo, es recordar quiénes somos, dónde fuimos felices, y qué queremos volver a sentir.

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